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Descubriendo nuevos mundos

Lo que, a continuación les voy a revelar, supone uno de los mayores descubrimientos de la Historia de la Humanidad. Al menos, para los que no somos especialmente ágiles de mente.

Ya había escuchado algo a lo largo de mis taitantos añitos de vida, estupendamente llevados, por otra parte... aunque da igual, porque no es lo que nos ocupa.

Lo que había escuchado yo es que a las chicas les gusta bailar.

Sí, rumores, leyendas... ya saben, esas cosas sin confirmar. Como las p... de 20 centímetros, las tías que siempre van perfectamente depiladas y los restos de roedores en las hamburguesas de ciertos restaurantes.

Esas cosas que siempre las vive "un amigo de un amigo de un primo".

Esta vez puedo hablar por experiencia propia.

Movido por el aburrimiento, la resaca o, tal vez, las dos cosas, unos amigos me liaron para que nos apuntáramos a clases de baile.

Y, al igual que Rodrigo de Triana hizo cuando avistó tierra en aquella expedición que nos trajo las papas, el tabaco y los tomates, entre otras muchas cosas, por cierto, aprovecho desde aquí para desmentir ese rumor que dice que, en lugar de "tierra a la vista", gritó "latin king a la vista", mis ojos se llenaron de lágrimas.

Ante mis ojos hipermétropes se presentaban gran cantidad de mujeres, un territorio virgen por explorar, por favor, entiéndase la expresión "vírgen" aplicada a este caso.

Machete en mano, comencé a separar el grano de la paja porque, sí, aunque haya mucho monte, no todo él es orégano, o entre palos hay siempre lechugas o más vale caballo volando que mirando a ciento los dientes... esto es igual que en todos los sitios.

Las ventajas: innumerables.

1. La barra deja de ser tu hábitat natural cuando estás en los bares.

2. No te hace falta romper el hielo porque ya lo llevas roto de casa.

3. Cuando te acercas a una desconocida, puedes sacarla a bailar y, además hay contacto físico (muchos nos conformamos con poquita cosa...)

4. Es, aunque no me crean, muy divertido.

 

No hace falta ir con la camisa desabrochada enseñando el "pelonpecho" adornado con collares dorados, tampoco hace falta tener mucho pelo para engominárselo pa'trás, ni hablar con acento latino, ni ponerse pantalones ajustados como los del programa de la tele.

Lo que sí es necesario, es tener la actitud, seguridad en lo que se hace, mostrando una sonrisa "profidén" a ser posible (para este caso recomendamos mirarnos antes en el espejo, no vaya a ser que queden restos de lechuga del bocata de anoche...).

He tardado muchos años en realizar este descubrimiento y, como no quiero que les pase lo mismo que a mí, se los comunico.

Eso sí, no créan que ésto es llegar y que las mujeres se te van a echar encima como amazonas.

Y si no me hacen caso a mí, escuchen lo que decía Groucho Marx hace muchos años...

"las mujeres son personas que creen que nunca bailan bastante".

 

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